viernes, 10 de febrero de 2012

Capítulo 1



CÓMO NOS PREPARAMOS PARA AMAR Y  SER  AMADOS

Para amar. Vamos a introducirnos en nuestro yo interior hasta encontrar qué nos desagrada, qué nos gustaría mejorar. Una vez conciente de que tenemos que hacer cambios, busquemos las herramientas para lograrlo.
Nuestras vivencias, tropiezos, errores, aciertos. El buen criterio  de un amigo, de un dirigente religioso,  lectura de literatura sobre el tema, todo puede ayudarnos  a continuar avanzando por el camino de la sabiduría.
Debemos perdonarnos, no importa cuantas  y las repetidas veces que hemos cometido  los mismos traspiés, dejemos de culparnos por lo que no obtenemos en el momento en el que lo queremos.
No nos esforcemos tanto en ser perfectos, abandonemos el rechazo por nuestros  defectos, asumámoslos,  aceptémoslos, dejemos de ser nuestros propios verdugos.
Para ser  amado. Una vez  que  aprendamos a querernos estamos preparados para recibir amor. Las personas perciben su seguridad,  armonía, capacidad de entender las flaquezas humanas sin convertirse  en juez, de comprender los miedos de los demás porque nosotros también los tenemos,  de aceptar comentarios inadecuados porque a veces nosotros nos olvidamos de ‘el filtro’. Mientras más caritativos seamos con lo  demás, nuestros temores  irán desapareciendo  y nuestras sombras desvaneciéndose.

Celebremos  cada triunfo, los de todos. No hay engrandecimiento sino agradecimiento a Dios por que amamos y dejamos que nos amen.
Si no somos amados es porque no lo permitimos. Si alguien está  a nuestra puerta, vamos a permitir que entre sin miedo. Ofrezcámosle la oportunidad de conocernos, de conectarse en armonía. Luego dispongámonos a disfrutar de su presencia  sin ansiedades ni expectativas inmediatas.
Hay que establecer una comunicación fluida  pero sin contar intimidades, ni secretos de anteriores relaciones. Es hermoso crear el ambiente de que la historia se está empezando a escribir a partir de ese momento.
                                                                                              
Utilizar el sentido común es una forma de asegurar la estabilidad de una relación, no importa lo que otros sientan o tienen, sino lo que es,  su entorno y realidad. 

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